Por: Juan David Gómez
El teatro en Santiago de Cali está más vivo que nunca. Esta ciudad respira el legado de grandes pioneros de las artes escénicas en Colombia: Enrique Buenaventura, Orlando Cajamarca, Lucy Bolaños, Iván Barlaham Montoya y Fanny Mikey, la dama del teatro que vivió en la Sultana del Valle durante sus primeros años profesionales. Estos referentes son apenas algunos de los que nutren la historia teatral de una ciudad que lleva más de 60 años expresándose desde los escenarios; desde las tablas donde alguna vez estos genios forjaron nuevas formas de ver y contar la realidad.
Para la época, el radioteatro de la Radiodifusora Nacional, liderado por Rafael Guizado desde 1940, era entonces el escenario teatral más cercano para la gente. Varias décadas antes, por allá entre 1860 y 1863, Jorge Isaacs había escrito un par de piezas dramáticas tituladas Paulina Lamberti, Amy Robsart, María Adrian y Los montañeses de Lyon; textos inspirados en el ambiente romántico francés de Europa y que han sido relacionadas más con la literatura que con el teatro, pero que guardan un componente escénico valorable.
Pero no fue sino hasta entrado el siguiente siglo, con la construcción de nuevos espacios teatrales en la ciudad como el Teatro Escuela de Cali y la Escuela Departamental de Teatro, que empiezan a emerger autores y compañías artísticas que fortalecen uno de los métodos más antiguos, pero aún vigentes, en la trayectoria teatral universal: la ‘creación colectiva’.
Varios siglos después esta manera de hacer teatro, amparada bajo la corriente del teatro experimental, llegaría a la capital del Valle del Cauca para convertirse en pionera del proceso de auge y consolidación del Teatro Experimental de Cali (TEC). El método de ‘creación colectiva’ implica la participación dinámica de todos los miembros del equipo teatral y tiene una estrecha relación con procesos de reivindicación social en América Latina. En otras palabras, es la búsqueda por alcanzar la sinergia entre el director y los actores, de manera que el primero sea quien guíe las diferentes etapas de producción de la obra, pero que sean los segundos quienes le aporten el componente social, político y cultural al desarrollo estético de la pieza teatral.
Y es que la coyuntura histórica desencadenada alrededor de 1948, tras el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, acompañada de una escalada de violencia entre los dos partidos tradicionales, Liberal y Conservador, acarreó un proceso grande de migración masiva del campo hacia las ciudades y con ello un periodo de transformación en las principales urbes que empezaron a masificarse en términos demográficos. Cali, por supuesto, no fue la excepción y el teatro que apenas florecía tampoco fue ajeno a los cambios que le presentaba el agitado entorno nacional.
‘A la diestra del padre’, de Enrique Buenaventura, es justamente una obra que sirve de referente para entender la importancia del Teatro Experimental de Cali (TEC) en el marco del mencionado método de creación colectiva. En esa obra aparecen de manera explícita elementos como la ideología religiosa y las relaciones económicas y sociales del campesinado; aunque cabe resaltar que si bien el legado de Buenaventura es parte fundamental en la historia del teatro en Cali y en el país, fue el montaje Ubu Rey, de A. Jarry, por el TEC y dirigido por Helios Fernández en 1966, donde se aplicó por primera vez completamente el método creación colectiva.
En definitiva, es desde ese movimiento teatral que hoy se reconoce como el Nuevo Teatro o Teatro Moderno, cuyo auge en Cali aparece entre 1950 y 1975, que toma fuerza en la ciudad la premisa de que el escenario actoral tiene que romper con los cánones tradicionales o costumbristas y ocuparse de incluir en su agenda la dimensión simbólica y social de la realidad colombiana. En 1958 llega a la ciudad Fanny Mikey, proveniente de su natal Argentina. Durante 8 años, quien es hoy reconocida como la dama del teatro en Colombia, trabajó junto a Enrique Buenaventura desde Cali a favor del crecimiento de las artes escénicas en la capital del Valle y de la reivindicación del rol de la mujer en este ámbito. Aquí se enamoró de Colombia y terminó convirtiéndose en un referente indeleble en la historia teatral de la ciudad y del país bajo el protagonismo de espacios tan icónicos como el Teatro Experimental de Cali, el Teatro Popular de Bogotá, la Fundación Teatro Nacional y el Festival Iberoamericano de Teatro.
Ya a principios de los años 60, con el regreso de Enrique Buenaventura de Europa a Cali y la presencia en la ciudad de Fanny Mikey, las ideas teatrales de directores como Jean Vilar en Francia, del Piccolo Teatro de Milano y de referentes como Konstantin Stanislavsky y Bertolt Brecht, apuntaban a que el teatro debía alcanzar el mayor número de público posible, además de que cada vez el oficio de director se identificaba más con el de un “organizador” que con el de un jefe o dueño exclusivo del espectáculo. Luego llegó la conformación en 1969 de la Corporación Colombiana de Teatro (CCT), una entidad gremial que asumió la vocería programática del teatro a nivel nacional. Par de años después, en 1971, el TEC publica el Esquema general del método de trabajo colectivo, texto que posiciona los anteriores planteamientos y desde el cual estos se difunden hacia otras ciudades del país y de la región. Conceptos actorales como “interiorización”, “entrenamiento” y “creación de personajes” empezaron a volverse habituales en ciudades como Cali y Bogotá.
El teatro experimental fue, sin duda, una etapa que marcó el rumbo del arte escénico caleño. Las instituciones educativas, como la Universidad del Valle, también jugaron un papel fundamental para apoyar la etapa experimental del teatro en Cali. Para finales de los 70 e inicios de los 80 en Univalle se formarían los primeros licenciados en arte dramático del país. Además, diversos grupos teatrales y festivales universitarios acompañaron el crecimiento de las artes escénicas en la ciudad y abonaron el terreno para la consolidación de grandes referentes como Orlando Cajamarca, fundador del Teatro Esquina Latina y reconocido gestor cultural que ha recibido más de 10 importantes premios durante su carrera artística. Lucy Bolaños, fundadora del colectivo femenino del Teatro La Máscara e impulsora del teatro de género en Cali; quien también ha sido miembro del Teatro Experimental de Cali. Iván Barlaham Montoya, actor, escritor, director y dramaturgo que dejó más de 100 obras teatrales escritas, se formó artísticamente bajo el liderazgo de Enrique Buenaventura y fue el creador de grupos que llegaron a presentarse en varios países de América, Europa y Asia. Como ellos, muchos más artistas teatrales, desde actores hasta directores, contribuyeron y continúan haciéndolo para que Cali siga siendo una ciudad que reposa sobre las tablas y que cada año celebra un Festival Internacional de Teatro único en el suroccidente colombiano.
A ello se le suma la participación de cientos de artistas y decenas de compañías provenientes de ámbitos locales, nacionales e internacionales. Más de 200 artistas, 34 espectáculos de 32 grupos de Argentina, Chile, Colombia, España y Uruguay en más de 30 espacios de la ciudad, hacen parte de la cuarta versión del Festival Internacional de Teatro de Cali en 2019. Además, este festival es el primero en abrir la ‘Temporada de Festivales’ de Cali que se realiza, entre los meses de mayo y diciembre, incluyendo 12 grandes eventos como el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, la Bienal Internacional de Danza, Festival Internacional de Poesía, Festival Internacional de Cine, Feria Internacional del Libro, entre otros.
Este año, el Festival sigue apostándole al propósito de hacer vivir el teatro en un sentido amplio, dando cabida a obras dirigidas a públicos infantiles, jóvenes, adultos y adultos mayores, ya sea en formatos para sala, espacios no convencionales, calle y apropiación de espacios públicos. Son además siete las ‘ventanas’ o categorías que incluye el festival durante sus 6 días: ‘Infantil’, ‘Empoderamiento’, ‘Teatro y Cuerpo, ‘Grandes Autores’, ‘Espacio Abierto’, ‘Nuevos Lenguajes’ y ‘Emblemáticos’. De esta manera, la capital vallecaucana continúa integrada activamente a un escenario teatral que traspasa fronteras. Los caleños seguirán respirando el legado de los grandes pioneros de las artes escénicas en Colombia y un certamen como el IV Festival Internacional de Teatro seguirá confirmando que el teatro en Cali está más vivo que nunca.